Ahoj!! Somos Antonio y Rocío, dos estudiantes de la Universidad de Sevilla a los que el destino les dio la suerte de encontrarnos con la asociación L’Ayalguina e ir a parar a la ciudad de Kolín (Chequia), allí participamos, de la mano de la maravillosa gente de CEFIG, en el proyecto “Si Vis Pacem Para Pacem”. Formamos parte de un equipo de más de 20 participantes provenientes de países como España, Finlandia, Estonia e Italia, de este equipo es el mérito de que haya sido una experiencia, además de útil y enriquecedora, inolvidable y bonita.
Esta era la primera experiencia Erasmus+ de ambos, evidentemente al principio estábamos híper nerviosos. Algunos amigos nos habían hablado antes acerca de estos “Viajes con gente internacional y a todo pagado” que financia la Unión Europea, pero al poco tiempo de llegar el mismo 23 de febrero, nuestros trainers, Lorenzo y Marco, así como las encargadas por parte de CEFIG, Lucie y Barbora, tuvieron a bien demostrarnos que estábamos allí únicamente para aprender, disfrutar y para encontrar inspiración para nuestros proyectos. Ellos se encargaron de explicarnos absolutamente todo lo que no sabíamos sobre qué hacíamos allí. En primer lugar nos quedó claro el concepto de Training Course, una experiencia interactiva y grupal para el aprendizaje no formal, y qué se esperaría de nosotros después del proyecto. También cómo funcionaría todo en términos de logística y cómo debíamos emplear los recursos que nos ofrecía el hotel, como la sala de reuniones, las zonas comunes y las comidas.
Lo más interesante de ese primer día, de hecho, fue la sensación de comunidad entre todos desde el principio. Recuerdo llegar al hotel a las cuatro de la tarde, agotados después de dos días conociendo la capital del país, y acabar sentados en corro en un vestíbulo a charlar con los participantes que iban llegando, compartiendo nuestras experiencias y nuestras inquietudes sobre los proyectos que nos empujaron a ir a Kolín a formarnos en organización de comunidades y resolución de problemas. En ese momento conocimos a Carla, la otra participante española, también primeriza en los Erasmus+, que desde el primer momento simpatizó con nosotros. Fue espectacular irnos a dormir con la sensación de haber perdido completamente los nervios y con ilusión por cómo iba a ser nuestra experiencia a lo largo de toda la semana.
Una vez comenzado todo, cada día fue único, no dejamos de aprender y de utilizar lo que aprendíamos, con actividades diseñadas por nuestros trainers para verdaderamente entender qué se nos estaba dando, tanto al aire libre como dentro de la sala de trabajo, y con explicaciones de expertos después de cada experiencia. El enfoque principal era la organización de comunidades, con que comenzamos conociendo qué es una comunidad, cómo analizarla, cómo conocer sus problemas, integrarnos y hayar soluciones para ayudar a grupos desfavorecidos o que sencillamente necesitan un orden para llevar a cabo sus metas comunes. Aprendimos cómo desglosar problemas, cómo tomar contacto con las comunidades, y entendimos muchos ejemplos prácticos que los trainers nos iban narrando de todas sus experiencias, los cuales resultaron absolutamente inspiradoras. Hemos de mencionar que la conversación fue una herramienta vital en todo el proyecto, con continuos debates y charlas por parejas y grupos, claramente, todo en inglés.
En esos primeros días entendimos que nuestro proyecto no debía enfocarse en buscar, diseñar y dirigir las soluciones a los problemas de la gente, como pensábamos al principio. Marco y Lorenzo se esmeraron en dejar claro que nuestra misión sería organizar y delegar, es decir, nos estaban “entrenando” para ser observadores externos, que al llegar a una comunidad tuvieran herramientas sociales y personales que pudieran entregar a la comunidad la llave para su autogestión. Desde esta perspectiva era impensable abordar los grandes problemas del mundo, el hambre, las guerras, la integración… debíamos regirnos por el lema “Small and local” y deconstruir esos grandes problemas en asuntos más asumibles y realistas.
Todas las tardes, al terminar nuestro training, los 22 nos dividíamos en tres grupos y nos reuníamos por separado en un círculo de reflexión con uno de los trainers. Durante media hora nos dedicábamos a analizar de una forma calmada y reflexiva qué habíamos hecho a lo largo del día y cómo nos sentíamos acerca de ello. Sigo ahora mismo muy agradecido por esa forma de hacer las cosas, en primer lugar porque ese tiempo de reflexión nos permitía conocer mejor a muchos de los participantes y a nuestro trainer, con quien verdaderamente conectamos, pero también porque es algo que nos ha resultado muy fácil llevarnos a casa. Sentarnos 20 minutos tras un día intenso a hablar y pensar acerca de lo satisfechos que estamos con cómo nos hemos comportado resulta una herramienta muy útil de cara a medir progresos cuando uno se ha propuesto una meta.
Todos los días tuvieron algo especial, precisamente porque, en paralelo al curso, al aprendizaje y al proyecto, estábamos involucrados en una pequeña comunidad, acompañados de nuestros nuevos amigos de 7 países diferentes, allí todos supieron dar a la experiencia su propio matiz. Por otro lado, que fuéramos de edades tan diversas (18 – 30 años) hizo la experiencia mucho más entretenida, con muchísimas más cosas que compartir al fin y al cabo. Todas las mañanas, nos despertábamos temprano para estudiar un rato antes de que comenzara el training, y acabábamos en una mesa enorme desayunando con las chicas danesas y finlandesas acerca de sus vidas y ambiciones de vida adulta, esos momentos sin duda los vamos a recordar durante mucho tiempo. También fue interesante ver los diferentes grados de implicación de cada uno en el proyecto y aprendizaje, mientras que los que vivíamos nuestro primer Erasmus+ éramos más pasivos, los veteranos tomaban una y otra vez la guía, hablando acerca de sus planes de acción y los problemas en sus ciudades donde verdaderamente querían llevar a cabo sus proyectos de Community Organising. Fue fascinante ver a gente tan concienciada y tan consciente de la realidad de los menos favorecidos en su comunidad, que te hacen pensar que este Erasmus+ verdaderamente va a ayudar a muchas más personas que a los 20 que fuimos invitados a Kolín.
Claramente en esa semana no todo fue estar dentro del hotel asistiendo a las actividades y trainings, somos de Andalucía, ¡nos hacía falta un poco de solecito!. Varias noches salimos los dos a pasear por Kolín, cambiando de aires y volviendo a hablar español para no volvernos locos. Algunas mañanas salíamos a correr o pasear a la vera del río Elba, junto al hotel, el aire fresco y el ejercicio nos despertaba de inmediato (como para no, allí llegamos a estar a 0ºC por las mañanas). Y por la tarde, algún día nos escapamos a tomar café o a comprar alguna cerveza para las noches que pasábamos en la sala de trainings con los demás, cantando y bailando o jugando a juegos de mesa. Pero nada como la tarde libre que pasamos a mitad de la semana. Supongo que es algo común en los proyectos de Erasmus+ eso de tener una tarde de libre disposición para compartir con los compañeros, y nosotros nos decidimos a buscar la mejor escapada de entre los pueblos de alrededor para hacer una excursión grupal. Googleando un poco y con la ayuda de Barbora, la organizadora que siempre estaba dispuesta a ayudarnos, 13 de nosotros pasamos una tarde preciosa en la villa de Kutna Hora, a solo media hora de Kolín. Aquello fue una experiencia que recomendaría vivir a absolutamente cualquiera, la ciudad no parecía nada de otro mundo al principio, pero cuando nos fuimos por nuestra cuenta vimos, nada más cruzar una esquina, el paisaje más bonito que jamás habíamos visto de una catedral. Solo las vistas y lo pintoresco del paisaje ya hizo que mereciera la pena, lo cual hizo que la compañía, el bonito paseo por el bosque y el dürum gigante que nos comimos a la vuelta, fueran prácticamente regalos ese día (el dürum fue espectacular).
Al llegar al final de la semana, como todos sabíamos, tuvimos que diseñar nuestro plan de acción. A esas alturas del proyecto, ya nos sentíamos mucho más familiarizados con los términos y con la misión que se nos encomendaba. Juntos, Rocío y Antonio tratamos de encontrar un asunto que, en pequeña escala, pudiéramos afrontar en materia de Community Organising, surgió la idea de ayudar en el pueblo de uno de nosotros, en colaboración con organizaciones previamente existentes, a algunos miembros de la etnia gitana que rechazaban el uso de servicios públicos como la sanidad en materias de discapacitados o la educación especial. Empezando con una lluvia de ideas a las 10:00, acabamos a las 23:00 de la noche de diseñar nuestro plan de acción, ya que no queríamos dejarnos ni un cabo sin atar ni un recurso de los que habíamos aprendido sin utilizar. Todos los compañeros nos paseamos por el hotel preguntándonos unos a otros por nuestras ideas y nuestro plan. Ese día verdaderamente nos encontramos con la profesionalidad y la experiencia de Lorenzo y Marco, nuestros trainers, que para cada pregunta tenían una respuesta y para cada problema tenían un consejo que darnos, fue probablemente el día que más aprendimos de toda la semana.
A pesar de que el que inicialmente sería nuestro proyecto resultó ser demasiado ambicioso, aún después de irnos de Kolín y a lo largo de la jornada de vuelta estuvimos hablando sobre él y sobre los posibles proyectos donde podríamos emplear lo aprendido. Se nos ocurrieron cosas como iniciar un círculo de contactos entre estudiantes y trabajadores de disciplinas STEM, o redirigir la asociación medioambiental en la que trabajamos hacia nuevos enfoques que tuvieran más relación con la gente. La cuestión es que, incluso una vez terminado, el proyecto Si Vis Pacem Para Pacem nos dio mucho que pensar y trabajar. Pero sobre todo nos aportó muchas ganas y una fuerte motivación para emprender proyectos y, por encima de todo, de no dejar de formarnos. La barrera del idioma, los momentos en que tuvimos que hablar en público, los debates, la presión de estar allí disfrutando y aprendiendo mientras que en Sevilla la vida seguía y perdíamos días de trabajo y clase, todos fueron en algunos momentos, piedras en el camino de esa semana, pero todas ellas fueron compartidas, y todas superadas con creces, por eso no se me ocurriría decir que de esa semana no volvimos siendo mejores.
Hoy escribo esto dos semanas después de volver a casa, y solo tengo una sensación de agradecimiento a los que hicieron la semana tal y como fue, a los tres italianos que fueron nuestros compañeros todas las escapadas, a las danesas con quienes nos encantó desayunar y charlar todas las mañanas, a Barbora, que no dejó de decirnos que hacíamos una pareja preciosa, a Carla, que nos hizo de isla cuando necesitábamos hablar español por descansar del inglés, y por su ayuda incondicional, a los trainers y a Lucie, por regalarnos una semana tan bien orquestada y organizada, tan diversa y satisfactoria, a Fabio, el contacto de L’Ayalguina que nos seleccionó a los dos y nos preparó perfectamente para esta experiencia, y a muchos más… Seguimos diseñando poquito a poco nuestras ideas para regalar al mundo algo que aproveche todo lo ganado esa semana, seguimos estudiando y pensando en cuándo podremos irnos juntos de nuevo a algún proyecto igual, pero por encima de todo, seguimos pensando en el Dürum que nos cenamos aquella noche, rodeados de una gente fantástica en una semana absolutamente inolvidable.
Antonio y Rocío